La economía política de ChatGPT
Mauricio Villena Decano Facultad de Administración y Economía, Universidad Diego Portales
Mauricio Villena
La cuarta revolución industrial, o Industria 4.0, desafía a las organizaciones a comenzar a incorporar nuevas tecnologías como la inteligencia artificial (IA), el big data, el internet de las cosas, la tecnología blockchain, la computación cuántica, la realidad aumentada, el metaverso, etc.
Un ejemplo de estas nuevas tecnologías es el chatbot de IA: ChatGPT, desarrollado por OpenAI y lanzado a fines de 2022. Se basa en un modelo de IA que aprende a medida que interactúa con humanos, lo que mejora sus respuestas y le permite comprender la comunicación humana, siendo capaz de procesar, comprender y generar texto en lenguaje natural. La aplicación, no libre de errores, ha sorprendido al mundo, pues puede responder cualquier pregunta, explicar conceptos, escribir revisiones de temas y hasta poemas y códigos de programación. No conocemos los potenciales usos futuros de ChatGPT, dependerá de la imaginación humana.
“Más que oponerse o retrasar el desarrollo y aplicación de nuevas tecnologías, debería plantearse cómo capacitar a las personas para su uso”.
La irrupción de esta aplicación ha generado muchas reacciones. Para Henry Kissinger, Eric Schmidt y Daniel Huttenlocher, el ChatGPT generará una revolución intelectual y su invención es comparable con la imprenta de Gutenberg. Por otro lado, una carta abierta de marzo 2023, Elon Musk, Steve Wozniak y otras figuras, pide una pausa inmediata de experimentos gigantes de IA como ChatGPT, aduciendo “riesgos profundos para la sociedad y la humanidad”.
¿Cómo aproxima la economía la adopción de estas nuevas tecnologías? Una visión clásica de innovación es la de Joseph Schumpeter, quien plantea que esta envuelve un proceso de “destrucción creativa”: romper con prácticas y modelos en funcionamiento y crear nuevas formas de hacer las cosas. Esto llama a no pensar en los paradigmas en uso para acomodar la adopción de nuevas tecnologías, sino a desechar dichas prácticas y pensar, diseñar, nuevas formas de trabajar y producir utilizando estos nuevos desarrollos.
Más que oponerse o retrasar el desarrollo y aplicación de nuevas tecnologías, debería plantearse cómo capacitar a las personas para su uso y a pensar de manera creativa cómo aprovechar dichas tecnologías para mejorar la productividad.
Christopher Pissarides, especialista en el impacto de la automatización en el trabajo y Premio Nobel de Economía en 2010, señaló recientemente que la IA podría aumentar la productividad e incluso conducir a una semana de trabajo de sólo cuatro días. Él plantea que el mercado laboral podría adaptarse rápidamente a los chatbots como ChatGPT y que estos además podrían incrementar nuestro bienestar en el trabajo y permitirnos más ocio. En sus palabras, “podrían quitarnos muchas cosas aburridas que hacemos en el trabajo... y dejar sólo las cosas interesantes a los seres humanos”.
Esta visión más positiva de los economistas sobre el progreso tecnológico va necesariamente emparejada a una mejor educación de la población, como señaló Robert Solow ya en los 50. Mejorar la educación general de la población es un desafío país, y contar con trabajadores que manejen adecuadamente las nuevas tecnologías de la Industria 4.0 es clave para participar con éxito de la economía global de la innovación.