Bolivia, ¿integración en reverso?
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Con Brasil, el gobierno paceño enfrenta la posibilidad de que la nueva administración de Jair Bolsonaro decida no renovar el principal acuerdo de exportación para Bolivia, mediante el cual envía más de la mitad de su producción de gas natural a la primera economía de América Latina. Esto no sólo se debe al deseo brasileño de mejorar las condiciones que en su momento pactaron Morales y su aliado Lula da Silva, sino a que el gigante regional es hoy menos dependiente del gas de su vecino.
En 2020 también Argentina dejará de comprar gas boliviano, dijo su ministro de Energía. Nuevamente se combina el factor político de un gobierno de derecha en Buenos Aires con las mejores perspectivas del sector energético trasandino, algo que incluso ha permitido la reanudación de las exportaciones a Chile después de 12 años, en una potente señal de reimpulso a la integración bilateral.
En cuanto a nuestro país, Bolivia vive el natural enfriamiento de relaciones producto de su fallido intento por forzar una negociación marítima en el tribunal de La Haya. Aun cuando el Presidente Piñera ha mostrado disposición a abrir un nuevo capítulo vecinal, su correcto llamado a que Bolivia abandone su pretensión hace difícil que Morales escoja dar vuelta la página.
Por años, Bolivia puso sus fichas en la dependencia energética de sus dos mayores vecinos y en su sintonía política con ellos. Al parecer, esa apuesta resultó corta de miras.