El monopatín y la ciudad
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El transporte urbano es un ejemplo de la velocidad del cambio: aún no se ha resuelto la Ley Uber cuando otras innovaciones (Mobike y Lime) incorporan nuevos desafíos y exigen actualizar los enfoques. Hay que aplaudir alternativas de movilización personal que reducen el uso del automóvil, no dejan huella de carbono y están disponibles a muy bajo costo. Pero junto con esas ventajas —y las oportunidades de negocios y generación de empleo—, también suponen retos para las normas urbanísticas y la convivencia. No es casual que ya se hable de “la cultura del monopatín eléctrico” en algunos lugares.
Así, la mayor autonomía que estos servicios entregan a sus usuarios ha generado problemas que dejan lecciones. Lime, que opera en más de 70 ciudades de Europa y Estado Unidos, ha motivado allá un variado conjunto de normas que buscan hacer compatibles a la innovación tecnológica y la ciudad: limitar la cantidad de unidades, restringirlas a ciertas áreas urbanas, fijar topes de velocidad, exigir seguros comerciales a las empresas, prohibir que circulen o estacionen en pasarelas y veredas. Otras agregan el uso de casco, una línea telefónica para reportar infractores y licencia de manejo. Hacer cumplir estas reglas es, en sí mismo, otro desafío.
Las preguntas de fondo tienen que ver con seguridad, con congestión vial, con impuestos, con derechos, con libertades. Hay que adelantarse y apurarse, para que las respuestas no nos tomen por sorpresa.