El reto para la salud en un país que envejece
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Sobre lo que esto significa para el futuro de ese creciente segmento de adultos mayores, el 70% de los encuestados es más bien pesimista, según un reciente estudio, pues identifican falencias tanto a nivel institucional como político.
Una de las dimensiones clave del desafío que plantea este cambio demográfico, como resaltó un artículo de este diario el pasado jueves, está en la capacidad del sistema de salud para atender a una población cada vez más vieja. Existe, de hecho, “la necesidad de un eventual rediseño de las funciones del sistema en la atención a las personas mayores”. Como en otras áreas de política pública, un primer paso esencial es que las instituciones relacionadas con la salud se coordinen entre ellas y compartan información, como busca la Política de Envejecimiento Positivo, al igual que ponerle cifras a la carga financiera que representará el cambio etario —tanto para el Estado como los privados— y estudiar modelos de prevención, tratamiento y atención.
Poco de esto tiene correlato en una discusión pública centrada en las pensiones y las oportunidades laborales para la tercera edad (pero que aún evita temas de fondo como el aumento de la edad de jubilación). Esos son dos asuntos fundamentales, pero que no dan cuenta del real desafío, que es cómo adaptamos nuestras instituciones, prácticas y expectativas a una sociedad de personas más longevas.