Empleo informal: menos equidad y menos desarrollo
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La frase parece pertinente a la luz del más reciente boletín estadístico de Informalidad Laboral, que elabora el INE, según el cual la ocupación informal llegó al 29,7% en el tercer trimestre del año pasado. Entre los datos llamativos, y preocupantes, está que pese a que desde 2014 existe una ley que regula el trabajo doméstico en casa particular (servicios de aseo y otros propios del hogar), este rubro encabeza la tasa de informalidad, con 56,9%. En la práctica, casi dos tercios de esos trabajadores, dice el informe, “no cuentan con cotizaciones de salud y previsión social por concepto de su vínculo laboral con un empleador”.
Ese y otros datos revelan la escasez de “puentes” a la que aludía De Soto y la forma en que la informalidad en el empleo refleja y profundiza —e incluso, contribuye a reproducir—, algunas de las desigualdades de la sociedad chilena. Casi tres cuartas partes de los ocupados informales pertenecen a los dos más bajos quintiles de ingreso; el mayor nivel de informalidad se da entre quienes sólo poseen educación primaria; por edades, el peak ocurre en el grupo de 65 años y más.
Los más pobres, los menos educados, los más viejos. Los más vulnerables. Buscar formas de incorporar a más personas a la economía formal no es sólo un impulso al crecimiento económico, sino al progreso social.