Fondos espejo: el otro costo del Transantiago
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En una década de existencia desde que fue creado en 2009, el Fondo de Apoyo Regional no ha servido al propósito para el que fue concebido y el transporte urbano en regiones no muestra mejoras relevantes. De hecho, como recordó este diario ayer, buena parte de esos recursos —que en total suman unos US$ 800 millones al año— ha ido a fines completamente distintos, como consultorios, cuarteles policiales o canchas deportivas, entre otros.
La actual titular del Ministerio de Transportes, correctamente, señala que lo anterior justifica —de hecho, vuelve necesario— modificar una ley que no ha cumplido su objetivo y que implica un enorme gasto fiscal. Pero la solución que propone —que sea el gobierno central, y no las regiones, quien administre los fondos espejo— dista mucho de garantizar el propósito que ella persigue, cual es invertirlos eficientemente en el transporte urbano de regiones. Más aun, estando ad portas de la primera elección de intendentes regionales en 2020, la idea de trasladar a Santiago la administración del fondo espejo arriesga enfrentar una oposición política tan dura que la haga inviable.
La intención de corregir lo que es a todas luces una política que malgasta el dinero público debe ser bienvenida. Pero centralizar en la capital la gestión de esos recursos no parece la fórmula más eficiente —ni políticamente viable— de hacerlo.