Un mapa que Chile necesita
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Desde luego, la idea de un esfuerzo que ayude a conocer y medir mejor la realidad de los grupos vulnerables no necesita defensa. Porque es muy cierto que aquello que no se mide, no existe, un catastro actualizado de un fenómeno tan complejo y variado como la pobreza y otras formas de vulnerabilidad social es imprescindible para entenderlo y, luego, enfrentarlo. Que el explícito precedente de la idea actual sea el Mapa de la Extrema Pobreza impulsado por Miguel Kast en los 70 —crucial para todas las políticas públicas en la materia implementadas en años posteriores— es una buena señal.
Chile ya cuenta con instrumentos relevantes en este ámbito, como la encuesta Casen, que cumplen funciones irremplazables. Pero es bienvenido uno adicional con foco especial en analizar 10 grupos con características y necesidades muy específicas, como jóvenes que no estudian ni trabajan, adultos mayores, personas con discapacidad, niños no escolarizados, o migrantes. Asimismo, es muy acertado que el Mapa contemple como requisito un conjunto de alianzas con actores privados —como Sofofa, entre varios más— que poseen expertise y recursos que complementen los del Estado en diversas áreas. Este enfoque ha funcionado en otros temas y bien podría replicarse en algunos más.
Por último, la iniciativa del MDS es coherente con el énfasis que ha puesto el gobierno en que la política social priorice a los más débiles. Que ese discurso tome cuerpo en medidas concretas como ésta resulta auspicioso.